Habrán observado que en este medio no hemos hecho referencia a la campaña electoral. No es, naturalmente, que no nos interese la política, ni que no tengamos cada uno de nosotros nuestras preferencias por un determinado partido, es simplemente que los redactores de este blog, sin que nadie nos haya dado instrucciones sobre ello, deseamos mantenerle este medio lejos de las luchas partidistas.
Pasado el cierre de los comicios, no me resisto a contar un chiste, que me parece que desgraciadamente es esclarecedor del proceder de los partidos, al menos en lo referente al tema inmobiliario y me temo que podríamos añadir sobre múltiples temas más El chiste dice así:
Muere un señor y llega a las puertas del otro mundo, se abren y se encuentra con San Pedro, así que este examina el libro de su vida y le dice:
— No fuiste y bueno ni malo, no fuiste caritativo pero, pero tampoco hiciste el mal. No fuiste especialmente honrado, pero no quitaste el pan a los pobres. No fuiste honesto, pero en tu vida hiciste nada a una mujer, que ella no permitiera hacer. Así que en tu vida no hay motivos, ni para llevarte al cielo, ni al infierno. Tienes la posibilidad de ser tu mismo, el que elija el destino donde quieres estar eternamente. Pasarás un día en el infierno y un día en el cielo y después de una jornada de reflexión, tu mismo elegirás donde quieres ir. Así pues, vete al infierno, pasa un día, luego verte al cielo, pasa otro día, vuelve aquí y hablamos..
Va el individuo al infierno y se encuentra en medio de un parque donde un grupo de ancianos juegan tranquilos a la petanca, un poco más allá, sentados en un chiringuito, toman cervezas mientras hablan amigablemente un grupo de hombres y mujeres repartidos entre 20 o 30 mesas. El individuo se aleja del parque y entra en un barrio de chalets adosados, donde se respira limpieza, los escasos vehículos que circulan por sus tranquilas calles no tapan con su ruido el trino de los pájaros. Andando llega a un placita donde encuentra un grupo de gente oyendo a una banda de música clásica. Mientras que en otro espacio libre, artesanos y agricultores, venden a la gente sus productos a bajo precio. Hasta donde abarca la vista, alternan zonas verdes y barriadas de viviendas y todo respira paz y tranquilidad, una circulación fluida, espacios donde circular, carriles bici, etc. Emocionado pasa el día descubriendo esa maravillosa ciudad, subido en transportes públicos que por carriles bus le llevan velozmente de una a otra parte de la ciudad y en todas partes encuentra el mismo espectáculo de caras sonrientes orden y tranquilidad, junto a actos culturales, deportivos, y lúdicos que amenizan de forma gratuita la vida de la gente.
Al día siguiente se traslada al cielo y entra en una inmensa y bellísima catedral que se extiende hasta donde llega la mirada, por los inmensas cristaleras emplomadas entra una luz brillante que se transforma en rayos multicolores que hacen brillar con resplandecientes colores las túnicas de seda blanca que cubren a miles de feligreses que cantan loas al creador con voz cristalina. Terminados los cánticos, comienzan una ordenada procesión por los inmensos pasillos de la iglesia, portando flores que llevan hacia el altar donde forman un maravilloso tapiz de flores del que se desprenden suaves perfumes a flores. Sentados en sus bancos llega de nuevo el sonido de un armonio que les incita al canto, Así entre cánticos, rezos y procesiones pasan felizmente el resto del día.
Vuelve el sujeto a hablar con san Pedro , y le dice:
— Lo tengo decidido, no es que me desagrade la vida en el Cielo, pero a mi temperamento le va más el Infierno, Así, que si a Vd. no le importa me manda para allí.
— Contesta San Pedro, Dije que eres tu el que elige tu destino eterno, pero una opción tan importante no debe tomarse a la ligera, te quedarás aquí un día de reflexión y luego volveré a conocer que es lo que quieres..
Se queda el sujeto allí al lado de la puerta, y piensa y recuerda lo que vio en uno y otro lado, Por más que lo da vueltas se decanta por el infierno, El cielo le parece aburrido, no se ve vestido con una túnica blanca portando flores. Piensa en lo bonito que era el parque lo felices que parecían aquellos bebedores de cerveza que charlaban a la sombra de los árboles, en la libertad de poderte desplazar de un lado a otro de la ciudad, como quieras en coche privado, en transporte público o en bicicleta, los conciertos y espectáculos públicos a los que puedes ir o no ir según te plazca.
Pasado el día de reflexión vuelve San Pedro y le dice::
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— Bueno ha llegado el momento que digas que es lo que prefieres.
— Pues mire, San pedro, sigo opinando igual que ayer, agradezco su ofrecimiento de llevarme al cielo donde he de reconocer que no se está mal, pero mi temperamento terrenal me tira más hacia el infierno.
— Pues no se hable más y sea como quieres
Vuelve al infierno, pero en lugar de una ciudad idílica se encuentra en medio de una urbe sucia ruidosa y polucionada, con un trafico imposible que no encuentra sitio donde aparcar. La gente sometida a ese estrés es hosca y pendenciera. Obras por todos los sitios llenas de obreros demacrados de todas las nacionalidades, abren zanjas, de donde surge el polvo, mientras que inmensas máquinas chirrían y sueltan humo negro.
De pronto ve entre la gente un demonio, caracterizado por su piel roja y una larga cola. Se le acerca y le pregunta:
— Oiga, ¿No había aqui un ciudad maravillosa?
— Si, pero es que estábamos en tiempo de elecciones. Pero Vd. ya ha elegido y hoy es el día después.