Balcones


Durante muchos siglos los balcones han sido el recurso de maestro de obras y arquitectos para conseguir romper el duro plano de las fachadas y jugar con volúmenes y sombras proyectadas en busca de formas más armónicas y agradables. Encontramos balcones de la Pompeya romana, a los modernismos de Gaudí y en edificios de todos los estilos.

Los balcones no son indicativo ni de la calidad del edificio, ni de el tamaño de la ciudad, ni del clima, pues los encontramos en el Palacio Real, y en modestos edificios rurales, y por igual en la lluviosa Cantabria, que en Fuerteventura, la más seca de las islas de Canarias, o en las frías planicies de Soria.

Su éxito se basa en que además de ser un recurso arquitectónico, tiene una utilidad práctica, la de ver y ser visto y esto es una necesidad de cualquier persona en cualquier lugar, desde un balcón coqueteaban las mocitas de los sainetes de Arniches, y desde un balcón recibe el Papa la aclamación de su fieles.

Poco a poco cambió la ciudad, crecieron el número de pisos y con ello los edificios, el sol ya no llegaba a las plantas bajas y desde las altas se estaba lejos de la calle, solo se podía hablar a gritods con los transeúntes. Por otra parte, la circulación antes peatonal o en lentos vehículos de tracción animal, se transformo en una humeante y ruidosa procesión de vehículos.

Aquello acabó con el placer de salir al balcón, huy no es posible ni tomar el sol, ni ver quien pasa por la acera, ni mucho menos hablar con ellos. El balcón reduce su utilidad y en consecuencia, poco a poco va desapareciendo de las fachadas, de modo que hoy, en las ciudades, los edificios modernos normalmente no tienen balcones y solo se siguen instalndo en urbanizaciones de edificios de baja altura.

Quedan dos posibles usos para el balcón, ser el trastero a la intemperie donde guardar aquellos elementos voluminosos que no nos caben en casa, como las bombonas de butano, un armario trastero o la bicicleta de los niños, o por el contrario transformarse en un minijardín. Desgraciadamente el amor a las plantas no es algo muy extendido en España y al menos en Madrid, gana por goleada los balcones “trasrtero” a los “jardines colgantes”.

Para prepara este post me di una vuelta con mi cámara de fotos buscando balcones curiosos, no tardé en conseguir balcones “vertedero” los fotagrafié en abundancia. Más difícil fue encontrar balcones “jardín”,en contré alguno con unas plantas, pero no encontré ninguno espectacular, la fotografía que acompaña este post es de una casona de Santander, Desconozco si lo que pasa en Madrid es la norma o la excepción, Recuerdo que antes en algunas ciudades había una auténtica competencia entre vecinos, por ver quien tenía el balcón más cuidado. No es cuestión de dinero, en los 80 en Rueda, mi pueblo, y en el Bario Nuevo. con la mayoría de vecinos obreros agrícolas, cultivaba en viejas latas de conserva claveles y geranios, que con seguridad no las compraron en una floristería, pues ni tenían tiempo ni dinero para caprichos. Hoy, que son mucho más ricos, y trabajando menos horas, no se ven plantas en los balcones, ¿por que?

Me gustaría que los ayuntamientos lanzaran una campaña de concienciación sobre el uso de los balcones y ventanas, han conseguido que no se tienda la ropa en la calle, pero en cambio, sigue siendo habitual tener un balcón lleno de trastos, en lugar de tener allí, un punto verde y colorido para adornar nuestra ciudad, Cuidar la belleza de las calles debe ser esfuerzo de toda, por mucho que se esfuerce el ayuntamiento, las paredes son privadas y su embellecimiento no puede ser solo una labor municipal.


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