Siéntate como en tu casa


El éxito de IKEA es incuestionable, si bien el furor consumista que ha despertó su inauguración no ha disminuido. La apertura de varios locales repartidos estratégicamente por península y archipiélagos, solo ha hecho ceder algo la presión que soportaban sus almacenes en Madrid.

La consecuencia de este éxito, sin precedentes en la industria del mueble, no se ha hecho esperar, un uniformismo democrático se ha extendido por la piel de toro y hoy encontramos la misma mesa de cartón prensado que acompaña a la estantería de rejilla niquelada, lo mismo en la casa de la marquesa que en la de la menestrala.

Así pues, hoy cuando visitas a un amigo, no solo te “sientes” como en tu casa, es que además te “sientas” como si estuvieras en tu casa, en el mismo modelo de sillón.

Sobre el éxito de Ikea, solo puedo aportar mi propia experiencia. Hace mucho que me casé y por entonces tuve que amueblar la nueva casa y lógicamente visité muchas tiendas de muebles. En los años siguientes a la boda, visitamos nuevamente tiendas de muebles, primero por necesitar complementar algún detalle de decoración, luego para comprar cunas y más tarde para transformar cuartos de bebés en cuartos de niños. Pero lo cierto es que poco a poco las visitas a tiendas de muebles se distanciaron hasta cesar absolutamente.

Pasaron los años sin que en mi casa hubiera necesidad de comprar mas muebles, hasta que de repente abrió Ikea, Algo raro debió pasar sin que yo me enterara, el caso es que de repente mi mujer descubrió la necesidad de renovar los cachivaches que durante largos años de matrimonio nos habían acompañado. Así que, casi como si de una novena consumista se tratara, la peregrinación mensual al almacén de Ikea se hizo necesariamente imperiosa.

Lo más extraño de todo, es que yo, que de natural aborrezco ir de compras, también le cogí el gusto a recorrer el laberinto de Ikea, con la sana esperanza de encontrar en cada visita algo que se me hubiera escapado ver en las anteriores, y con el premio seguro para quien participa en al maratón, de encontrar al finalizar en “Ocasión” el mismo mueble que compraste el mes anterior, a mitad de precio y de poder adquirir unas ásperas galletas de pura fibra, con briznas de chocolate de naranja, vendidas en una especie de caja de zapatos, que sospecho que los suecos les dan a sus perros para cuidar de su dentadura, pero que yo me zampo con la misma avidez que un Gran Danés.

¿Qué es lo que tiene Ikea que no tiene otros centros comerciales, para que su visita se trasforme en una alegre forma de perder el tiempo, en vez de ser una tortura china? ¿Por qué no lo imitan los otros grandes almacenes y supermercados?


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