Un piso en la playa


Un apartamento en la playa ha sido y sigue siendo, el deseo de miles de familias en España. De hecho, somos muchos los que hemos conseguido adquirir en la costa, de un pequeño apartamento a un chalet independiente, lo que tiene un duro coste ambiental. Según explicó Greenpeace en un informe del año 2005, se ha construido ya el 34% del litoral mediterráneo llegándose incluso en algunos puntos, como en el litoral andaluz a construirse el 59% de la costa.

Pese a lo mucho construído, la presión compradora continúa y la revalorización de las viviendas de primera línea de costa, a pesar de actual crisis, sigue siendo imparable. La presión de la demanda es tal, que arroya cualquier medida protectora que se pretenda imponer, según el informe de Greenpeace en un año 2005 se aprobó la construcción de 768.000 nuevas viviendas en la costa, pero además se construyeron 44.900 viviendas de forma ilegal.

Podemos discutir si los datos aportados por Greepeace están inflados o no, podemos disertar si entre los municipios costeros, la corrupción al estilo marbellí, está generalizada o no, podemos discutir sobre si los alarmismos ecologistas, son justificados o son patológicos. Estos temas pueden dar ocasión a largos y controvertidos debates entre los partidarios de frenar la construccion en la costa y los de continuarla. Pero lo que es indudable para quien le preocupe un poco el tema, es que la presión compradora sobre la primera línea de costa continúa siendo intensa y supera claramente a la oferta, y otra cosa es indudable, que entre todos nos estamos cargando la costa.

Continúa una subida desaforada de precios y con ello, mayor presión para conseguir edificar la poca costa que nos queda libre.¿Cual puede ser la solución? A mi modo de ver, no hay más que dos posibilidades, limitar drásticamente la nueva construcción (y con ello reducir aun más la oferta), y tratar de limitar en lo posible el desaguisado urbanístico, ambiental y paisajístico que se ha generado una construcción masiva de la costa, y dejamos que los precios alcancen cotas aún mayores, o aumentar la oferta construyendo lo que quede libre.

Soy pesimista, la presión es tan fuerte que las leyes Urbanísticas y de Costas no son herramientas eficaces para poder frenarla. Basta observar lo ocurrido en los últimos diez años, para hacerse una idea de lo que ocurrirá, si no cambia la tendencia, en los próximos. En mi opinión, frenar con leyes la oferta, genera el caldo de cultivo adecuado para que se busquen las vueltas a las leyes y a quien las guardan, hasta que la corrupción encuentra un agujero por donde minar la prohibición. Si la presión de la demanda sigue creciendo no nos encontraremos con una “marbella” si no que cientos de “marbellas” saltarán por toda la costa sin que nadie pueda frenarlo.

Por otra parte, la costa es la que es, abrir la mano a la construcción arrasaría gran parte de lo poco que queda, degradando la costa a un nivel preocupante y con ella, a la larga, se degradará la calidad del turismo y los ingresos que generan. Pero corre prisa encontrar una respuesta pues mientras tanto, al igual que ahora, las grandes corporaciones aún encontraran la forma de urbanizar de forma cada vez compacta los pocos espacios que van quedando, mientras que los pequeños promotores, siempre encontrarán un viejo chalet que se pueda transformar en un bloque de seis pisos.

Se une la constante tentación que sufre quien tienen en su mano la posibilidad de recalificar terrenos, con el hecho real de que los ayuntamientos costeros se han acostumbrado un nivel de gasto que solo lo pueden mantener con una huida hacia adelante de la actividad inmobiliaria. Así los consistorios corruptos por un motivo y los honrados por otro, encuentran fuertes motivos para seguir construyendo y pocos o nulos, excepto la conciencia ambiental, para no hacerlo, más aún, cuando lo que dejo de hacer aquí, lo hacen y con creces en el pueblo de al lado.
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Quizá la solución sea ampliar la longitud de la costa. Parece de ciencia ficción, pero hay quien sueña en aumentar los metros de costa y no solo eso, sino que ya lo están realizando. El tema parece futurista, pero así lo han hecho desde hace siglos en Holanda donde una parte apreciable de su territorio se le ha robado al mar mediante la construcción de diques y desecación de los polders.

En Dubai, no es terreno lo que desean ganar sino que al igual que nosotros quieren más longitud de costa, y lo están consiguiendo por medio de un dique artificiales en forma de palmera. La única por ahora acabada, ha añadido 70 Km. de costa, o lo que es lo mismo, ha duplicado los kilómetros de costa del emirato y esto es solo el comienzo, pues además han creado un archipiélago artificial y están en marcha dos diques mas en forma de palmera. Claro está que en Dubai esto es casi vital, tener una casa en primera línea de costa es garantizarse una brisa marina que disipa el asfixiante calor del desierto.

En la fotografía obtenida de una revista del National Geographic se observa en el centro la “palmera” ya acabada a la izquierda otra en construcción, el “archipiélago” que imita el globo terrestre se sitúa hacia el centro un poco a la derecha de la primera “palmera” y la «palmera» que está en proyecto aparece proyectada en amarillo tenue a la izquierda de la imagen.

No dudo que tanto los polders holandeses, como las construcciones de Dubai, suponen un duro castigo medioambiental, un cambio en los fondos marinos y en el flujo de las corrientes que puede tener consecuencias nefastas para la fauna y la flora acuática. Ahora bien, ¿es mayor o menor que el impacto ambiental que esa mismas construcciones hubieran producido de estar extendidas por la costa natural?
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No soy experto y no estoy capacitado para contestar a esa pregunta. Lo único que conozco es sobre temas inmobiliarios y desde ese conocimiento afirmo, que si existe una fuerte demanda, o se la satisface por las buenas, o se cubrirá por las malas, es decir o se hace de una forma planificada y controlada por la ley, de forma que se cubra con el mínimo de coste ambiental y paisajistico posible, o la cubrirá la corrupción, de una forma anárquica y fuera de cualquier tipo de control. Es posible que ambas soluciones sen malas, pero creo que de ambas, la peor es la segunda.


Actualizacion a 21/10/07

Para darse cuenta del problema que supone la defensa de las costas, les ofrezco un treportaje pasado por televisión sobre las costas gallegas.