La costa española continua su proceso de urbanización debido al turismo experimentado a lo largo de los últimos años, tanto en términos de segunda residencia por parte de las familias españolas como, a su vez, la amplia oferta de servicios que tiene lugar en estas zonas litorales.
Conforme se indica en el Informe de Sostenibilidad en España 2006, la edificación de viviendas en la costa sigue el ritmo marcado por los constructores y no, como debería ser, de acuerdo a la auténtica demanda turística. El informe también señala que el apogeo de la segunda residencia en el litoral redunda negativamente en la rentabilidad de los servicios dedicados a la actividad turística.
Esta tendencia que ya dura varios años ha conseguido transformar el paisaje de las playas españolas, convirtiéndolas en una acumulación de «elementos verticales» con muy poco respeto a la propia naturaleza. De hecho, las estadísticas apuntan que el 34 por ciento del primer kilómetro de costa bañada por el Mediterráneo se encuentra ya tomado por el ladrillo.
Este tipo de noticias suele plantear una serie de cuestiones que deberían tratarse con el rigor merecido, y es que nos preguntamos: ¿Hasta qué punto de destrucción de las costas hay que llegar para que el problema sea considerado relevante? Llegado ese momento, ¿habrá marcha atrás?